miércoles, 15 de octubre de 2014


Oír e imaginar una película. Comienza el miniciclo de tres días de cine boliviano para no videntes en el CBA de Santa Cruz.


La experiencia ya se realizó en La Paz y Cochabamba. FOTO: Fabiola Gutiérrez
   


Fabiola Gutiérrez / Santa Cruz
El aroma de las pipocas inunda la sala de espera del cine y se oyen tímidos golpecitos de varas tanteando el piso acompañadas de indicaciones como: “Ahora vamos a girar a la izquierda y seguiremos recto”. Algunos asistentes apoyan su mano en el hombro o en el brazo de sus respectivos acompañantes, portan bastón blanco en mano y gafas, pero no las que son para ver sesiones en 3D: de cristales negros, son para personas no videntes o con dificultades de visión. La función de hoy está especialmente dirigida a ellos: comienza el miniciclo de tiflocine del Centro Boliviano Americano (CBA), que se realizará los días 14, 21 y 28 de octubre, y en el que se proyectan cintas bolivianas, pero de un modo muy particular.
La gente entra a la sala de proyección con pipocas y gaseosas a las que les han invitado los organizadores, las luces se apagan y salen los créditos de la película El día que murió el silencio, de Paolo Agazzi. Y entonces comienza lo peculiar de la sesión: las imágenes son descritas por una voz en off que ayuda a comprender la historia. Y funciona: pronto comienzan a escucharse las risas entre el público.
Así se "ve" la cinta:

GASTÓN.  Me voy ¡Que él haga mi papel!
NARRADOR.  Gastón se baja de la tarima, da un par de pasos y se lleva su saco. Se lo cuelga en el hombro izquierdo mientras avanza. Luego gira y mira a sus compañeros.
COMPAÑEROS.  ¡Aficionado!
NARRADOR. — Voltea otra vez y sigue caminando rápidamente. Se ve un grupo de niños corriendo. Gastón sale por una puerta de madera, avanza unos pasos hasta llegar a la calle, se detiene y se queda boquiabierto mirando lo que tiene en frente.
GASTÓN.  ¡Dios mío! ¡Qué mujer! ¿Qué hace aquí… en este fin del mundo?
NARRADOR.  Una mujer esbelta camina tomando de la mano a una niña, mira por un momento a Gastón, gira a la izquierda y continúa su paso.

Haga click aquí y luego cierre los ojos para oír otro fragmento de la película.

Una sociedad visual no inclusiva
Al terminar la película, miro la hora en mi celular y mi vecina, Casta Toledo, hace lo propio, pero ella aprieta un botón para que el suyo le diga qué hora es. No llego a leer los dígitos en mi teléfono y me quedo viéndola a ella y escuchando, sin querer, cómo le pregunta a su esposo, Armando Aguirre: “¿Lo que habla la voz es lo que está ahí? Hablaba de árboles verdes, el arroyo y tal. Era lo verdad, ¿no?”. Es profesora. Comenzó a perder la visión hace tres años pero sigue trabajando gracias a recursos de audio. “La película parece una novela, como si una persona estuviese narrando”, dice entusiasmado su marido. “El año pasado fuimos al Cinecenter, se escuchaban risas pero nosotros no sabíamos cómo estaban, no sabíamos nada. Es bueno ver películas así porque con todo lo que habla, ya uno se imagina qué pasa”.
Por lo que parece, hoy se ha cumplido la intención del evento que expresaba uno de los anfitriones del evento antes de la proyección: “Esperamos que puedan ver, mejor dicho, disfrutar, de esta película”,
Torpemente me despido de la pareja con un “nos vemos la próxima”. Ver, vernos y sus muchas variaciones no son la única muestra de que vivimos en una sociedad centrada en los videntes. “Se habla mucho de integración pero no la hay en nuestro país. Las personas con capacidades diferentes no tienen acceso generalmente a disfrutar de una película o a entretenimiento. Mucho menos o igual en el caso de trabajo, salud o movilidad urbana. Nosotros tratamos fomentar que haya esa integración”, explica Fabiola Chávez, ingeniera en sonido y representante de la productora SCAT, responsable de la primera producción de tiflocine a nivel nacional. Este primer miniciclo de tiflocine, denominado Franchesco Díaz Mariscal, ya se hizo en La Paz y Cochabamba y ahora se está cerrando en Santa Cruz.
Además de la integración, el tiflocine cultiva el poder de la imaginación: cada persona construye sus propios personajes y escenarios gracias a la mezcla del audio del ambiente de la escena y los comentarios de la voz en off.

Séptimo arte para todos


Las funciones son gratuitas y para todo tipo de público. FOTO: Fabiola Gutiérrez


“Me ha sorprendido gratamente. Alguna vez había escuchado la película en la flota y en otra ocasión, hace muchísimos años, me la compré en DVD, pero dependía de mis hermanos o de alguien que me cuente. Ya tenía una vaga idea de la película pero muchas cosas no me habían quedado nada claras. Ahora he recordado lo que había olvidado y, lo más importante, he logrado entender lo que me faltaba. Ahora sí he entendido la historia. Un gran trabajo, felicidades a la productora”, dice Alexander Chavarría, director departamental del Instituto Boliviano de la Ceguera en Santa Cruz (IBC).
“Nosotros queremos seguir creciendo, la idea es hacer más producciones bolivianas. Nos han pedido producciones para niños y ¿por qué no pensar en cine comercial con acento boliviano?”, explica Chávez. En SCAT se plantearon el desafío en 2013, se especializaron en audiodescripción tomando cursos por internet y en la producción de guión ya de forma presencial con Álvaro Manzano. Luego procedieron a la grabación, edición y mezcla de audio. “Sólo la producción nos llevó cuatro meses. Era la primera vez que lo hacíamos, así que hubo mucha prueba-error. Hacíamos un fragmento y llevábamos al IBC en La Paz para que ellos nos digan si estaba bien o mal. Entonces nos corregían. Hubo una participación bastante activa sobre todo de Edwin Hilaya, director departamental del IBC de La Paz", cuenta la ingeniera.
El ciclo continuará el martes 21 de octubre con Cuestión de fe y la presencia de su director, Marcos Loayza. El martes 28 será el turno de American Visa y también contará con la visita del creador de esta cinta, Juan Carlos Valdivia. Las funciones son gratuitas y están abiertas a todo público.


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